Rezar con autoridad
La autoridad del guerrero sobre el mal proviene del conocimiento y del servicio amoroso al Señor. Un buen ejemplo de autoridad en Cristo lo encontramos en Lucas 9,1-2 cuando Jesús reunió a los Doce y les dio autoridad para expulsar todos los malos espíritus y poder para curar enfermedades. Después los envió a anunciar el Reino de Dios y devolver la salud a las personas. El poder y la autoridad que Jesús les dio a los apóstoles se pude comparar con el poder que se les ha dado a los sacerdotes. En el número 1548 del Catecismo de la Iglesia Católica se da a entender que todo sacerdote recibe, mediante la imposición de las manos en su ordenación, el poder para expulsar a los demonios, curar a los enfermos y predicar la Buena Nueva del Evangelio.
También vemos en el Evangelio de Lucas 10,17-19 que Jesús envió a 72 discípulos más con la misma misión. Cuando el grupo regresó de su primera misión, proclamaron con enorme alegría: "Señor, hasta los demonios nos obedecen al invocar tu nombre". Jesús les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Miren que les he dado autoridad para pisotear serpientes y escorpiones y poder sobre toda fuerza enemiga: no habrá arma que les haga daño a ustedes".
El poder de tener autoridad sobre el mal ya se les había dado a los discípulos del Señor. Primero se le dio a los Doce Apóstoles cuando fueron enviados en misión en Lucas 9,1-2 y luego se le dio al resto de los seguidores del Señor en Lucas 10,17-19 cuando envió a los 72 a la misión. Este poder viene del Espíritu Santo que todo creyente recibe en el Bautismo y la Confirmación.
Una vez que el poder del Espíritu Santo habita en el corazón de una persona, lo único que esa persona necesita es ponerlo en acción. Cuando un espíritu maligno te tienta con pensamientos de venganza o impuros, puedes anular esos pensamientos invocando el nombre de Jesús. Cuando ya has adquirido autoridad sobre tus propios pensamientos, el Espíritu Santo te enseña cómo usar el mismo poder para expulsar el mal de tu casa, de tu ambiente y de tu trabajo.
Cuando un espíritu maligno de enfermedad ataca tu salud será necesario que ejerzas autoridad sobre él usando una oración de dos pasos. El primer paso consiste en que le pidas a Jesús que te libere como lo hicieron los apóstoles cuando le llevaron al muchacho enfermo y le pidieron que lo curara. En Mateo 17,18 Jesús dio una orden al demonio, que salió, y desde ese momento el niño quedó sano.
El segundo paso de la oración consiste en que ores como San Pablo. En los Hechos de los Apóstoles 16,16-18 Pablo y sus compañeros narran cómo salió a nuestro encuentro una muchacha esclava que estaba poseída por un espíritu adivino. Adivinando la suerte producía mucha plata a sus amos. Empezó a seguirnos a nosotros y a Pablo gritando: “Estos hombres son siervos del Dios Altísimo y les anuncian el camino de la salvación”. Esto se repitió durante varios días, hasta que Pablo se cansó, Se volvió y dijo al espíritu: “En el nombre de Jesucristo te ordeno que salgas de ella” Y en ese mismo instante el espíritu la dejó.
San Pablo había estado rezando varios días, pero el demonio dejó a la muchacha sólo cuando Pablo se hizo cargo de la situación diciendo con autoridad: “En nombre de Jesucristo te mando que salgas de ella”. Hay una enorme diferencia entre pedirle a Dios que haga que un demonio se aleje y ordenarle al demonio que se aleje en el nombre, el poder y la autoridad de Cristo.
Para ser tan efectivos como San Pablo, será necesario comenzar usando los dos tipos de oración. Después de que le pidas a Dios que te asista, comienza a usar el poder y la autoridad que le ha sido conferida a todos los discípulos. Pronuncia las palabras en voz alta: “Les ordeno que salgan de mi cuerpo espíritus diabólicos de enfermedad. En el nombre de Jesús queden rotos todos los vínculos que me unen a ustedes”.
Oración de mandato y oración de petición
Una vez que el guerrero comienza a desplazar a los espíritus con su oración, necesitará usar el discernimiento para saber cuándo usar la oración de mandato y cuando la oración de petición. Según San Juan 12,31, Satanás es el amo de este mundo. El demonio y sus inmensos ejércitos de ángeles caídos tienen el derecho, otorgado por Dios, de tentar a la gente para poner a prueba sus corazones. Si un guerrero quisiera con su oración ejercer autoridad sobre todo el mundo y sobre toda la maldad del lago de fuego (Ap 19,20), su autoridad no tendría efecto porque el mal tiene el derecho de merodear por el mundo buscando almas para arruinarlas.
San Pablo tuvo el derecho de expulsar el espíritu adivino de la muchacha esclava porque estaba interfiriendo con su ministerio apostólico. San Pablo podría haber ordenado a todos los espíritus adivinos que salieran y se encerraran en el lago de fuego, pero su mandato no habría tenido efecto porque San Pablo no tenía autoridad sobre todo el mundo. Por todas las generaciones el demonio tiene el derecho de tentar físicamente a las personas, y cuando una de ellas acepta un espíritu adivino, ese espíritu tiene el derecho de entrar en la vida de aquella persona.
San Pablo sólo tenía autoridad sobre su propia vida, su propio círculo de influencia y los ministerios que se le asignaron. Cuando la muchacha esclava cruzó esa línea y comenzó a interferir con la proclamación del mensaje evangélico, entonces Pablo pudo usar su autoridad, en el nombre de Cristo, para expulsar el espíritu maligno de la muchacha. Si la esclava se lo hubiera querido quedar o si eso hubiera afectado a sus propios intereses, entonces Pablo no habría tenido el poder o la capacidad para expulsar a ese espíritu de ella.
Del mismo modo, un guerrero de nuestros días puede, con su oración, ejercer autoridad sobre el mal sólo cuando éste ha violado su propio círculo de influencia. Cuando la maldad ataca la salud de una persona, su sustento para vivir o las iniciativas de su ministerio, el guerrero puede ejercer autoridad sobre los ataques del maligno, mandándole que se retire en el nombre de Jesús. Cuando la influencia del demonio está fuera de uno de los círculos de influencia del guerrero, entonces no puede ejercer esa autoridad sino que puede únicamente orar para que Dios intervenga.
Posesión diabólica y opresión diabólica
Otra importante área de discernimiento para un guerrero católico en su oración está en la diferencia entre realizar un exorcismo solemne o simplemente ayudar a una persona que está siendo atacada u oprimida por el diablo. Un buen ejemplo de posesión diabólica viene de Marcos 5,2-8 cuando Jesús entró a la provincia de los gerasenos. Apenas había bajado Jesús de la barca, un hombre vino a su encuentro, saliendo de entre los sepulcros, pues estaba poseído por un espíritu malo. El hombre vivía entre los sepulcros, y nadie podía sujetarlo ni siquiera con cadenas. Varias veces lo habían amarrado con grillos y cadenas, pero él rompía las cadenas y hacía pedazos los grillos, y nadie lograba dominarlo.
Día y noche andaba por los cerros, entre los sepulcros, gritando y lastimándose con piedras. Al divisar a Jesús, fue corriendo y se echó de rodillas a sus pies. Entre gritos le decía: “¡No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo! Te ruego por Dios que no me atormentes”. Es que Jesús le había dicho: “Espíritu malo, sal de este hombre”.
En esta situación, el hombre que estaba poseído por una legión de demonios tenía poder sobrenatural para romper cadenas. Los demonios tenían control sobre el comportamiento del hombre e incluso podían hablarle a Jesús usando la voz del hombre. Debido a que una legión de demonios ejercía un dominio total, se clasificaría al hombre como poseso y se necesitaría un exorcismo solemne. Según el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 1673: El exorcismo solemne sólo puede ser practicado por un sacerdote y con el permiso del obispo.
El otro tipo de ataque del demonio se llama opresión diabólica. Un buen ejemplo de dicha opresión la encontramos en Lucas 13,10-13. Jesús estaba enseñando en una sinagoga. Había allí una mujer que desde hacía dieciocho años estaba poseída por un espíritu que la tenía enferma, y estaba tan encorvada que no podía enderezarse de ninguna manera. Jesús la vio y la llamó. Luego le dijo: “Mujer, quedas libre de tu mal”. Y le impuso las manos. Al instante se enderezó y se puso a alabar a Dios.
Después del milagro, los fariseos comenzaron a discutir con Jesús acerca de las curaciones en sábado. Él les respondió, según Lucas 13,15-16, diciendo: “¡Ustedes son unos falsos! ¿Acaso no desatan del pesebre a su buey o a su burro en día sábado para llevarlo a la fuente? Esta es hija de Abraham, y Satanás la mantenía atada desde hace dieciocho años; ¿no se la debía desatar precisamente en día sábado?”
En este caso, la mujer no estaba poseída por el demonio sino que había estado bajo una opresión diabólica durante dieciocho años. Si la mujer encorvada viniera a un grupo de oración para que se le libere, la mejor ayuda que se puede dar es pidiendo a Dios discernimiento para descubrir la causa de su enfermedad. Quizá en algún momento de su vida está mujer cayó en el pecado de la idolatría participando en sesiones espiritistas o en alguna otra forma de adivinación. Si este fuera el caso, entonces el espíritu maligno tiene el derecho de habitar en su cuerpo y quedarse ahí hasta que dichos lazos o vínculos se destruyan.
La forma adecuada de guiar a esta mujer sería enseñarle cómo funcionan las armas mortales del demonio y ayudarle a que entienda la autoridad que ella tiene en Cristo. Después de que la mujer encorvada se confesó culpable del pecado de idolatría y aceptó el perdón del Señor, entonces ella pudo ejercer autoridad sobre el espíritu maligno y expulsarlo de su cuerpo en el nombre de Jesús. Esto es así porque habiendo sido ella la que aceptó vincularse con el espíritu diabólico lo correcto es que sea ella misma la que lo confiese y la que pida a Jesús que venga a habitar en su corazón.
Aunque un buen guerrero puede interceder con su oración por esta mujer, siempre es mejor darles a estas personas el derecho y la responsabilidad de cultivar su propia vida espiritual en su relación con el Señor. En vez de tratar de unirse a otras personas para destruir los espíritus malignos de sus vidas, es siempre mejor enseñarles cómo sacar al demonio de su propio círculo de influencia.
Encontrarás más información acerca de cómo ejercer autoridad en Cristo en los libros de curación y liberación espiritual.
NOTAS
Las citas bíblicas mencionadas en este texto han sido tomadas de La Biblia latinoamericana, 150 edición. © 2005, Madrid: Editorial San Pablo y Editorial Verbo Divino. Reproducidas con los debidos permisos. Reservados todos los derechos.
Citas de la edición en español del Catecismo de la Iglesia Católica para uso en los Estados Unidos de América, © 1997, United States Catholic Conference, Inc.—Libreria Editrice Vaticana; y de la edición en español del Catecismo de la Iglesia Católica: Modificaciones basadas en la "Editio Typica" para uso en los Estados Unidos de América, © 1997, United States Catholic Conference, Inc.—Libreria Editrice Vaticana. Usadas con los debidos permisos. |